La Familia como Escuela

Una Familia es un grupo humano o sistema donde se viven distintos roles y experiencias. No obstante, en un plano de comprensión más profundo, la Familia es un mundo de vivencias donde desarrollarnos como seres humanos, crecer y desplegar el Alma, el Corazón y la Conciencia.
La Vida nos enseña un camino de aprendizaje a través de la Familia donde incluso las experiencias dolorosas, sufrientes o "negativas" nos proporcionan una vital enseñanza si somos capaces de afrontarlas con esos tres elementos imprescindibles: Alma, Corazón y Conciencia.

Los hijos según su lugar en la familia

Los mayores, los "sándwich" y los menores… Aunque hay excepciones, la estructura familiar y las funciones conforme a su lugar, establecen unas características en la personalidad de los hijos. Conocer el perfil de cada uno de ellos, ayuda a los padres a corregir posibles errores y a reforzar otras actitudes en los hijos.
Aunque los hijos se educan bajo un mismo techo, su ubicación dentro del esquema familiar puede determinar un modo de relación con los padres y hermanos que repercutirá en su carácter. Las siguientes son las características de cada hijo según su lugar en la familia.

Los hijos mayores: Modelos de responsabilidad
Representan el modelo de responsabilidad, incluso en algunas familias toman las veces de “cabezas de hogar”, aún cuando los padres están presentes. Suelen ser líderes, colaboradores, competentes, desarrollan su máximo potencial. Como posibles rasgos negativos, sobresale su deseo exagerado de ser los mejores, por eso son muy competitivos y exigentes con ellos mismos. Se desmotivan si no logran los resultados esperados.

Recomendaciones para los padres:
·                     No atribuirles deberes de padre que no les corresponden.
·                     Evitar presionarlos para que obtengan el primer lugar.
·                     Ayudarles a aceptar que perder no implica ser “menos”.
·                     Ayudarles a desarrollar el coraje de ser imperfecto.

Los del medio: Los hijos sándwich
Son los llamados hijos sándwich. “La llegada de un tercer hijo impacta la estructura familiar”, asegura la especialista Stacy De Broff -directora de la consultora Mom Central y autora de El libro de la mamá: 4287 tipos de mamás a mamás- en un artículo de Lanacion.com.
Según la especialista, los padres suelen ser menos exigentes y demandantes con los hijos del medio “y, por eso, muchos de ellos desarrollan actitudes más relajadas frente a la vida en comparación con sus hermanos mayores”, dice De Broff.
“Al mismo tiempo, dejan de recibir esa atención y cuidado de la que gozaban antes de que naciera el tercer hijo, que lo desplaza del puesto de benjamín de la casa.” Por eso, el hijo sándwich suele esforzarse más para ser reconocido “y debe pelear duro para conseguir la atención de sus padres. Generalmente, busca con desesperación una manera de sobresalir”, apunta la experta.
El hijo intermedio puede sentirse excluido y sin privilegios, por eso siempre está en busca de un lugar dentro de la familia, y es posible que busque suplir esa carencia por fuera del círculo familiar, como son los amigos. Por esta razón, suelen ser los más sociables, recursivos y mediadores.

Recomendaciones para los padres:
·                     Darles tiempos y espacios exclusivos para ellos.
·                     Darles su lugar en la familia.
·                     Pedirles sus opiniones y aplaudir sus contribuciones.
·                     Estimular sus habilidades y destrezas.
·                     Darles más atención positiva.

Los menores: los consentidos de la casa
“Los más pequeños de la casa reciben ese sentimentalismo especial por ser los últimos y suelen ser mucho más mimados por sus progenitores, razón por la cual también suelen ser más cariñosos que el resto de los hijos”, dice la especialista Stacy De Broff. Igualmente los hermanos mayores desarrollan hacia los pequeños, ese sentimiento de cariño excesivo.
Por lo general, los progenitores son menos exigentes con los hijos menores, no les crean tantas expectativas, son más permisivos, su autoridad es laxa. En ciertas ocasiones los menores pueden llegar a ser manipuladores, demandan atención continua y esperan a que los demás asuman sus responsabilidades pues se sienten protegidos por sus padres y hermanos mayores.
Dejarles de exigir es un error. Se les debe inculcar igualmente la responsabilidad, esfuerzo, disciplina y liderazgo, como se hace con los otros hijos. Los especialistas sugieren a los progenitores, evitar excederse en cariño y libertinaje. En lugar de “alcahuetear”, los padres deben hacer con este hijo una “versión mejorada” basándose en los errores que tal vez se cometieron con los demás.

Recomendaciones para los padres:
·                     No tratarlos como el “eterno bebé”.
·                     No darles más privilegios que a los demás hijos.
·                     Dejarlos resolver sus propios conflictos con los mayores.
·                     No hacer nada que él o ella pueda hacer solo.
·                     Se les debe hacer cumplir las normas del hogar y asumir las consecuencias del no cumplimiento.

Cada hijo es diferente, por consiguiente el trato también debe serlo. Los padres deben establecer un modelo educativo de forma equitativa para todos los hijos, pero conservando la individualidad.
Fuente: http://www.lafamilia.info/

¿Eres un comedor emocional?: 7 formas de averiguarlo




Nuestras emociones pueden hacer que cometamos muchos actos impulsivos, como por ejemplo, comer en exceso.

¿Cuántas veces te has descubierto utilizando la palabra “devorar”, “atracón”... o te has increpado sobre todo lo que no deberías haber comido durante el día? ¿Tiendes a coger comida y comerla frente a la televisión? ¿Te tienta recordar la comida sobrante de la noche anterior o pensar en lo que hay en la nevera?

Todos estos escenarios tienen algo en común: cierto malestar interior que nos recuerda que, cuando se trata de comida, no somos la mejor persona del mundo. Lo curioso es que aprender a discernir estas reacciones nos ayuda a gestionarlas.

El hambre es un mecanismo de defensa que alerta a nuestro cuerpo cuando existe necesidad de nutrientes. En el ser humano podemos distinguir dos tipos de hambre: fisiológica y emocional. En el caso del hambre emocional, en vez de que un estímulo fisiológico provoque la sensación de hambre, es un impulso emocional el que desencadena el deseo de querer comer.

Todos hemos experimentado ambos tipos. Pero cuando el hambre emocional se convierte en un hábito, se corre el riesgo de desencadenar desórdenes alimenticios dañinos para la salud, como sobrepeso, cambios en el metabolismo, comer compulsivamente, anorexia o bulimia.

Así que, ¿cómo podemos identificar cuando comemos por razones emocionales o por el contrario, nos nutrimos para alimentar la verdadera hambre?
Estas son 7 formas para poder identificarlo:

1. El hambre emocional aparece de repente, como una urgencia. El hambre fisiológica aparece gradualmente. En un minuto te puedes sentir bien pero de repente sientes la necesidad de comer algo ya!
2. Deseas comer un alimento en particular de forma ansiosa o al contrario podrías comer cualquier cosa. Si existe un desencadenante emocional, probablemente fluctuaras de un extremo al otro.

3. Puedes comer cualquier cosa sin darte cuenta de su color, textura, olor, preparación. Comer es lo único en lo que estás enfocado en ese momento.

4. Tu cuerpo demanda comida inmediatamente. El hambre no es algo que pueda esperar. El hambre fisiológica en cambio, puede controlarse y esperar.

5. Tienes la capacidad de seguir comiendo incluso si estás lleno o sabes que ya has comido mucho. Por ejemplo terminando toda la ración de helado cuando una porción, hubiese sido suficiente.

6. Algo desencadenó una respuesta emocional. Si lo piensas, justo antes del comer emocional, existió un desencadenante que disparó tu hambre. La emoción probablemente es negativa (frustración, preocupación, sensación de falta de amor, etc.).

7. El hambre emocional puede ocasionar sentimientos de culpa. Esto es probablemente lo más revelador de todo. Si pensamos en saciar nuestra hambre de forma natural, la culpa nunca formará parte de la foto completa. Cuando el león corre a cazar y comerse su presa, se acuesta plácidamente a descansar bajo un árbol.

Cuando nos sentimos culpables después de haber comido de más, sentimos que algo no va bien.

Tal vez has identificado alguno de estos comportamientos en tu propia vida y deseas romper ciertos patrones de alimentación emocional.
Si es tu caso, la mejor manera para comenzar a atajarlos es aceptar el hecho de que las emociones, por sí mismas, nunca pueden tener hambre. Sin embargo, la transición de una emoción a un comportamiento determinado ocurre de formas diversas, tales como bailar de alegría o animar a nuestro equipo favorito.
Así que, ¿cuáles serían esas emociones que experimentas en muchas ocasiones y no desearías alimentar con comida?: Podríamos citar el aburrimiento, el cansancio, la ira reprimida, el miedo, la soledad, la baja autoestima, etc. En lugar de permanecer rumiando todas estas emociones, quizá merece la pena que le dediques un poco de tiempo a descubrir las causas subyacentes y puedas disfrutar de una mejor imagen y salud.

A veces no es suficiente con podar las ramas de un árbol para que siga creciendo y hay que descender por el tronco y llegar hasta las raíces, para averiguar de dónde surge el problema antes de que sea más tarde e incluso puedas llegar a experimentar otros síntomas físicos o enfermedad.

Solo debes tomar la decisión e iniciar tu camino hacia una vida más saludable.

¿Qué es lo que necesitarías averiguar tú?