Evitar que los hijos se peleen

Si los padres discuten delante de los hijos, de esa forma se comportarán ellos con las personas que se relacionan.
Aunque a veces es difícil disimular el estado de ánimo cuando estamos enfadadas, el diálogo entre los padres y con los hijos les dará seguridad, además de conseguir estabilidad en la pareja. Si los adultos que los están educando no saben cómo arreglar los desacuerdos que puede haber entre ellos no lograrán enseñar a los niños a hacerlo, obligándoles a vivir un estrés emocional que les provoca sufrimiento.

Debemos tener en cuenta que los hijos aman a sus padres de forma natural, si ellos se enfrentan entre sí los niños no saben qué posición tomar y mientras cada adulto sufre en ese momento por él mismo, el pequeño lo hace por todos.

Si viven estas situaciones no sabrán arreglar los conflictos que puedan tener con otros niños e influirá negativamente en su manera de relacionarse, llegando a veces al aislamiento; por ello, los padres deben enseñarles con el ejemplo en la forma de relacionarse toda la Familia.
En un estado de enfado es importante el diálogo, pero sobretodo saber cuándo es el momento oportuno. Forzar a un adulto o a un niño a hablar en un momento de nerviosismo puede empeorar mucho la situación, esperar a que se calme es una muestra de respeto, enseñanza indispensable que deben recibir todos los niños.

Ayudarles a encontrar una solución a sus sentimientos y al conflicto hará que aprendan a reflexionar en el futuro, evitando que crean que cualquier situación es irremediable. Conseguir que observen su propia conducta y determinen cuál es la verdadera causa de la discusión evitará que se sientan siempre las víctimas o que crean que pueden enfrentarse a los demás por capricho.

Si no ha sido su conducta la causa, deberemos enseñarles a no permitir que otras personas les hieran sin utilizar la agresión, física o verbal, para ello.
Debemos enseñar a nuestros hijos a enfrentarse a las dificultades por ellos mismos, pues no estarán siempre a nuestro lado. Observemos las actitudes que no nos funcionan a los mayores y evitemos así que los niños las repitan en sus formas de reaccionar.