Los niños y su conducta imitativa

Los niños son grandes imitadores de los adultos, como se suele decir, más bien, suelen tomar de lo que hay, algo que les permita tener una representatividad en el mundo de los grandes. Sin dudas, eligen de acuerdo al impacto y la impresión que le ha causado tal o cual rasgo de conducta o carácter de algunos de los mayores tomados como referencia y lo reproducen, no por afán imitatorio sino como manera de acceder al mundo de los adultos, a ese mundo que por ser pequeños, se ven vedados de acceso.
Si vemos todo este proceso desde afuera y superficialmente podemos creer que simplemente se trata de una imitación pero ahondando en él nos damos cuenta que se trata de algo más.
Así pues, la queja de padres y madres de que el niño “ha imitado solo lo peor” de él o ella, no cabe realmente como posibilidad válida puesto que no ha imitado sino que se ha apoderado de algo que para él, resulta efectivo.

Si consideramos esta explicación sencilla debemos entender que si se han apoderado de algún rasgo desfavorable de nuestra personalidad o conducta, no es porque desdeñen de nuestro ejemplo todo aquello pasible de ser visto como bueno, ni porque su conducta imitativa los lleve a imitar lo peor, sino porque, de alguna u otra manera, la sabia mirada del niño ha captado la prevalencia que tiene tal actitud o rasgo para nosotros mismos y la ha contrastado con la efectividad que tiene en el mundo de los adultos tal rasgo o conducta que han de apoderarse vía la imitación o mejor dicho, vía la reproducción.

Así, no es que quieran imitarnos en nuestras rabietas o enojos, simplemente han visto y comprobado, una y otra vez, que tras este defecto de nuestro carácter ha tenido un efecto positivo en el sentido de que hemos logrado, por su intermedio, algún tipo de objetivo o ventaja.

No se trata de que quieran imitar nuestra altivez o vanidad, simplemente, han captado que esa vanidad o altivez que profesamos nos produce un inusitado placer, y particularmente, que nos produce un inusitado placer sostener esa actitud frente a los reclamos de los demás, puesto que, la reproducen porque la entienden una manera válida de defenderse contra los reproches de los demás, incluso aunque no se tenga la razón.

Es decir, el niño pequeño siempre se comporta no vía imitativa a tontas y a locas sino siguiendo la máxima que profesa “al lugar donde fueres haz lo que vieres”; como el lugar al que desean acceder es el lugar de los adultos, puesto que el lugar de los adultos poseen privilegios y placeres que se le están vedados, hace como si, fuera uno de ellos, simplemente para poder entrar ahí. No es una simple imitación o conducta imitativa, se trata de toda una estrategia bien planificada y por cierto contrastada con la realidad.

Por lo que, no podemos enojarnos o dejar de entender qué sucede en la psicología del niño tras esa supuesta conducta imitativa pero tampoco podemos dejar de entender qué es lo que nos enfada de ella: no es que los niños hagan tal o cual cosa, sino que, nos desenmascaren en nuestros recursos narcisistas para solapar las dificultades que entraña sostener una conducta infantil en la adultez.
Daniel Adrián Leone
Fuente: http://www.lafamilia.info/