Educar sin sobreproteger: ¿cómo lograrlo?




En gran medida, el desarrollo emocional de los hijos depende del afecto, los cuidados y la atención que recibe de sus padres, sobre todo en los primeros años de vida. Sin embargo, una conducta protectora en exceso puede perjudicarlos, en lugar de beneficiarlos.
Crear una esfera alrededor de los hijos para que nada les pase y evitarles cualquier situación de incomodidad, lleva a que los hijos crezcan bajo unas condiciones de perfección poco ajustadas a la vida real, la cual está cargada de retos que requieren del dominio personal para afrontarlas.

Efectos nocivos de la sobreprotección
Proteger más de la cuenta a los hijos puede crear en ellos vacíos en el plano sicológico como inmadurez, inseguridad, dependencia, debilidad, nerviosismo, timidez, poca tolerancia al fracaso, escasa capacidad de adaptación. Asimismo se pueden entorpecer los procesos físicos que marcan cada edad.

La psicóloga y profesora de educación infantil, Virginia González, explica cómo una actitud sobreprotectora puede influir de forma negativa en los hijos: “Si en lugar de apoyar al niño, sugerirle y guiarle para que aprenda por sí mismo, le imponemos, vigilamos y le damos todo solucionado, lejos de ayudarle a crecer, el niño tendrá un escaso desarrollo de sus habilidades (vestirse, comer...) y adoptará una postura de pasividad y comodidad, ya que interiorizará que sus padres, de los que tendrá una gran dependencia, siempre están dispuestos a ayudarlo.”

De la misma manera, la autoestima y la seguridad en sí mismo se pueden ver afectadas, incluso el niño se podrá sentir incapaz de resolver sus problemas, “le costará mucho tolerar frustraciones, posponer las gratificaciones y no sabrá valorar lo que tiene” añade la experta en conmishijos.com

De ahí la importancia de enseñar a los hijos a resolver las dificultades en la medida de sus capacidades, obviamente el grado de dificultad deberá ir aumentando conforme a la edad, pero desde muy pequeños se debe sembrar en ellos la semilla de la independencia y la recursividad.
En este punto juega un papel importante la tolerancia a la frustración.

Cuando los hijos son criados en un ambiente de amor en el que al mismo tiempo se fomenta la exigencia, el esfuerzo y la autonomía, los hijos toleran mejor las frustraciones, perseveran más para conseguir lo que quieren y desarrollan mayor fortaleza para afrontar los vaivenes de la vida.

¿Qué hacer para evitarlo?
Cuando los padres acostumbran a los hijos a hacerles todo, los niños se acostumbran a no hacer nada. Es necesario otorgarle al niño responsabilidades de a poco y dejarlo que se equivoque. Sólo con la práctica va a poder desarrollar habilidades y adquirir hábitos.
Para evitar la sobreprotección debe primar la disciplina, la autoridad asertiva y el amor.
Algunas tácticas:

·                    Enseñarles las responsabilidades para que vayan adquiriendo autonomía.

·                    Exigirles de acuerdo a la edad.

·                    Darles pequeños encargos a medida que van creciendo.

·                    Permitirles “ser” ellos, partiendo de la seguridad y el amor.

·                    Darles las herramientas para superar los obstáculos, no hacer las cosas por ellos.

·                    Proyectarles seguridad, entusiasmo, autoestima; recuerde que los hijos son los reflejos de los padres.

·                    Estimularlos para que investiguen y socialicen. Hablarles claro para que se relacionen con los demás seguros de sí mismos.

·                    Permitirles que exploren su entorno pero con supervisión. Lo ideal es que los padres los acompañen en esa exploración para que puedan aprender con seguridad y se creen lazos más fuertes.

·                    Dejarles que tomen cierto tipo de decisiones, les ayuda a formar su criterio.

Fuente: http://www.lafamilia.info/